martes, 23 de febrero de 2010

El cubano y sus propios cambios


El lunes 22 de febrero, la capital amaneció bajo el influjo de una lluvia torrencial que aquí se le dice aguacero, la fuerza de la gran precipitación acompañada de vientos, recordaba más a un ciclón que a la entrada de un frente frío.

Ese ambiente lluvioso aumenta el deseo de seguir durmiendo o quedarse en casa, Fueron muy pocos los que desafiaron al frente que mantuvo inundada las calles hasta bien pasado el mediodía

Los niños aprovecharon para dormir más la mañana, ver programas infantiles por la televisión, repetir por enésima vez su DVD favorito, comenzar desde temprano sus interminables juegos de computadora, o simplemente retozar mientras no oyeran el regaño con la consabida frase de “estesen tranquilos”.

Blanca aprovechó para faltar al trabajo y pasar por los agromercados cercanos a su casa y relata exasperada que “no hay una vianda; ni malanga, ni boniato, ni papa. Mucha fruta bomba y piña carísimas, bueno no vi ni frijoles, por poco no alcanzo ni pan. A mis hijos los dejé durmiendo. Con hambre no se puede trabajar ni estudiar”-sentencia,

Marisol es más joven que Blanca tiene dos niños que aun no asisten al colegio. En su humildad ella reconoce que “no se puede salir con esta lluvia, con qué dinero vas a comprar una capa (de agua) o un paraguas, mira esto –y muestra la suela rota de su zapato; a mis hijos no los voy a enfermar, bajé porque tenia que sacar el pollo (comprar la ración normada) – dice con su rostro estresado.

Este fue un lunes atípico, sin la tensión de llegar tarde a la escuela o al centro laboral porque la mayoría de los ciudadanos que aquí son “de a pie” decidieron hacer lo que mejor les convino.

Los concientes fueron minoría como Edgar quien imparte clases en el nivel medio superior, donde sus alumnos se preparan para las pruebas de admisión a la universidad, El dice:” No habían guaguas (ómnibus), las pocas que pasaban, no paraban, daba miedo correr entre tantos huecos llenos de agua, cuando por fin llegué, la Jefa de Cátedra me habló de mal tono porque era tarde, y cuando entré en el aula no llegaban a diez los alumnos. Esa clase hay que voleverla a dar, hubiera sido mejor no haber ido”- y fuma con placer su cigarrillo.

El cubano medio vive entre carencias y dificultades. Los días muy lluviosos se convierten en una verdadera zozobra para los que tienen problemas constructivos en sus hogares, por que la lluvia puede ocasionarles un derrumbe parcial, en el mejor de los casos., además de que la falta de calzado, ropas y accesorios adecuados los atrapa. Para colmo de males, la perdida de casi todas las mercancías de primera necesidad y el aumento excesivo de sus precios de venta ponen en jaque a la población, sin distinción de edades o nivel de vida.



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