martes, 29 de diciembre de 2009

Cuándo Yo sea grande

Niños y niñas sueñan con el día en que serán adultos. Cuando llegue ese momento tan deseado, acabarán de una vez por todas las restricciones de papá y mamá.

Utilizarán todo el dinero para comprar los juguetes y las golosinas que nunca les pueden comprar. Dejarán vacías, en las tiendas, las perchas de ropas lindas y cómodas.

Las niñas dejarán sin mercancías los departamentos de Perfumería
y cosméticos, y los varones acapararán todos los implementos deportivos y juegos de mesa.

Será el momento de comer pizzas y espaguetis todos los días, con postres formados por helados, pasteles , dulces de harina, y refrescos gaseados, acompañados de bolsas con variedades chatarras, de las más crujientes y saladas.

Cepillarse los dientes sin tener a mamá vigilando, bañarse sin mucho estriego, y poder sentarse a jugar en la computadora, hasta que lo deseen, será relajante, como lo será también, recuperar fuerzas en la cama después hasta el próximo medio día.

Los días de descanso de finales de diciembre, se convierten en tiempo de vacaciones forzadas, escuchando a mami entre queja y queja, “por el no hay”, y cuando vuelve a rezongar por el rato que lleva encendida la tele, se decide pues, usar el tiempo en soñar.

A eso de las dos de la tarde, aparece un sueño muy grande y mullido, como una gran nube, donde Claudia recicla todos sus sueños uno a uno, acurrucada con su viejo payaso de tela relleno con guata que le regaló su abuela cuando iba al Circulo.

La veterana en sueños ya sabe contar con sus dos manos, los siete años que cumplirá en la primavera. Ella piensa que habrá tiempo de parecerse a la esbelta Barbie, ir con el novio a la discoteca y oír música, mientras camine por las calles, como hace su vecina Jenny de 15 años.

Claudia no sabe explicar el por qué de la Navidad. Su madre es hija de padres ateos, como suele suceder en un alto porciento de las familias cubanas. En su casa hay un pequeño árbol navideño, no muy engalanado, y falta el Nacimiento, con el minúsculo Jesús, razón de ser de la festividad.

Su vecina Vivian, la mamá de su amigo Joel, la invita siempre a la Catequesis de la Iglesia del barrio, y la ha llevado a algunas fiestas, como la del Dia de Reyes. A veces Claudia se enoja con su madre, porque no la quiere dejar ir, a pesar de que la niña opina que es un lugar muy bonito, donde puede conversar y jugar con otros de su edad.

Ya la futura “sieteañera” aprendió que no es tan importante una cama grande, con cojines y cubrecama enguatados, en color rosado, con diseños de Disney, como pudo ver en una revista que le prestaron a su mamá. Su camita humilde, bien se le parece ahora al pesebre donde acostaron al niñito Jesús.

Por eso se acurruca con sus almohaditas de cuando dormía en cuna, y aprieta con ternura a su viejo payaso, ella quiere engavetar sus sueños golosos, y pensar que duerme en un pesebre, su noche de paz y amor.

martes, 22 de diciembre de 2009

Los regalos de diciembre



Los niños y niñas sugieren o exigen a sus padres que compren los regalos que ellos necesitan entregar. El que consideran más importante es, sin dudas, el del maestro.

Cada 22 de diciembre se celebra en Cuba el Día del Educador que contempla el agasajo no sólo para el profesor o maestro –al frente del aula- sino para quienes dirigen los centros escolares, y otros trabajadores vinculados directa o indirectamente a la docencia.

En el nivel primario hay que hacer un regalo al maestro que da la clase de las diferentes asignaturas básicas, pero está también el que imparte la Educación Física. Si el pequeño es único hijo todo está bien, pero si hay más hermanitos es un dilema.

Alicia es auxiliar de contabilidad y lleva cuentas estrictas en cuanto a los gastos de su hogar, el cual comparte con su esposo, que se desempeña como electricista. Tienen en común tres hijos: una adolescente que estudia en secundaria básica, un varón que está en primaria, y una bebé de 2 años que asiste al círculo infantil.

La madre previsora, hizo con mucho sacrificio unos ahorros destinados a las vacaciones de verano, cumpleaños y diciembre. Ella explica que “la entrada mayor la da mi esposo, con algún arreglo particular. Ese dinero lo guardamos casi todo de inmediato. Yo estoy repasándole Matemáticas a unos niños, y guardo parte de lo que gano”.

Y continua su explicación: “no es fácil contemplar todos los gastos de los muchachos, y los nuestros, pero no veo otra forma de reunir el dinero. El peor mes es diciembre. En las vacaciones el dinero lo usamos en nosotros, pero en diciembre hay que dividirlo entre lo que necesitamos, y los regalos que me piden mis hijos”.

“La mayor tuvo que dar cinco pesos para el regalo de los profesores. También tuvo un intercambio de regalos con otra muchachita de su aula, más los regalos de los maestros del varón, y el de la seño (persona que cuida a los niños) de la más chiquita, fíjate que cumplimos (aniversario de bodas) el 30, y pocas veces lo celebramos”-dice para concluir.

Otros padres están peor, como Malena, quien vive del salario que percibe y de la ayuda, nada relevante, que recibe del padre de su hijo de cinco años, del cual está divorciado. Ella se lamenta de lo difícil que le resulta comprar los regalos de diciembre, y recuerda como a veces, ha utilizado alguno que le han hecho a ella para agasajar a la maestra.

Los niños saben de aritmética pero conocen muy poco de las restricciones a las que tienen que acudir los padres precavidos para agradecer la labor que realizan los educadores de sus hijos. Aunque hay quejas sobre la profesionalidad de los más jóvenes, no es menos cierto que son ellos quienes batallan con los educandos durante casi un año.

En la actualidad se aprecian grandes diferencias en cuanto al modo de vida de las familias en Cuba. Esta diferencia abismal es compartida por los niños desde bien temprano. Están los que tienen mejores mochilas, zapatos, meriendas y juguetes, los cuales contrastan con los que no tienen estas y otras posibilidades.

Los primeros hacen mejores regalos y son tratados con más esmero y distinción. Los segundos pasan más trabajo y quedan siempre por debajo de sus expectativas. A veces no saben como expresarlo, sino es a través del juego violento, o soñando.

Dayron siempre hereda toda la ropa de su primo mayor, sus uniformes, zapatos, mochilas, y hasta juguetes, que están todos en perfecto estado, pero usados. Con solo 7 años, él protesta y exige tener lo suyo, pero su madre no puede hacer más por él para que tenga que ponerse, para pasear o ir a la escuela.

Quizás debiera sobrevolarlo un hada madrina a la que le pudiera pedir varios deseos. De hecho caería sobre su cabecita rubia, una lluvia de juguetes, ropas, y cuanta cosa se le ocurriera solicitar, pero eso queda solo para cuando concilia el sueño, en los brazos de su madre, que con ternura lo mece, acompañada por el crujir de su viejo balance.

martes, 15 de diciembre de 2009

Pequeños sin ilusión


En Cuba los niños y niñas desconocen en su mayoría el porqué de La Navidad, el fin de año está sujeto a la fiesta nacional que celebra el nuevo aniversario de la Revolución, la cual no puede hacerse cargo de sus juguetes, por lo que no hay ilusión de Reyes Magos, ni de Papá Noel.

Esta falta de detalle para con los más pequeños ha agudizado la diferencia de clases entre las familias. Cuando se impone un juguete, un juego, o una marca en el vestir, son marginados quienes no pueden acceder a la competencia.

Ya desde que tienen unos 7 u 8 años van perdiendo el gusto por lo juguetes, prefiriendo otros tipos de diversiones. Quizás la culpa la tengan las tiendas. Las jugueterías están desurtidas, los juguetes no están variados para los diferentes grupos de edades. Las niñas corren mejor suerte que los varones, para los que apenas hay qué escoger.

Los chicos se dan cuenta de esta evidente marginación, y han proclamado su gusto por las barajas o cartas, en especial las que se venden a $5.00 CUC en el Barrio Chino. Cada estuche tiene un color que lo identifica, y los naipes aluden a personajes de dibujos animados asiáticos.

Lídice tiene dos hijos. El mayor es un adolescente que estudia en la secundaria básica y el menor está en el quinto grado de la primaria. Ella dice sentirse muy estresada con todo lo relacionado con los gustos de sus dos hijos varones y explica que “el mayor va con sus amigos a la discoteca, necesita $5.00 para entrar, el más chiquito quiere sus postales que cuestan también lo mismo, eso sin contar la ropa, los zapatos y cuánta cosa inventan para estar a la altura de los demás”.

Danay dice que “lo que gano no me alcanza para barajas ni juguetes, mi hijo sale para la calle con otros amigos y pasean –ella vive en la Habana Vieja, cerca de la zona patrimonial- si piden dinero, o los turistas le regalan algo, yo no puedo estar ahí (para evitarlo), porque tengo que trabajar y mucho, su padre no me ayuda en nada”.

Esos niños y niñas que no tienen derecho a recrear las fantasías propias de su edad, saltan a la vista de cualquier observador. La forma humilde en que se visten, su comportamiento rebelde e indisciplinado. Su deambular solos, en parejas o grupos, para envalentonarse en sus majaderías, los convierte en futuros delincuentes que irán consiguiendo lo que quieran a la fuerza, asaltando, robando o prostituyéndose.

Los pequeños cubanos viven sin ilusión, ni tan siquiera los que tienen la posibilidad de que los complazcan. Cuando sus padres deciden regalarles un juguete, casi siempre los llevan a la juguetería, donde seleccionan el que más le gusta y puedan comprarle.

Para ellos es risible que los Reyes Magos o Papá Noel puedan venir desde tan lejos a congratularlos.

Muchos que reciben juguetes gratis en sus escuelas, no pueden quedarse con ellos, porque sus padres los venden para conseguir dinero para la casa, o comprarles algo que necesiten.

La vida de estos chicos y chicas se desenvuelve nada más en el ambiente de política que respiran en todas partes y que los prepara de manera gradual, para que se especialicen en el ejercicio de la doble moral y la intolerancia, rasgos muy distintos a la inocencia, cualidad que por excelencia, distingue al mundo de fantasías infantil.


martes, 1 de diciembre de 2009

A quien imitar.


Los niños suelen imitar a los adultos, por ello es indispensable que los mayores sean modelo positivo a seguir, para que los cimientos de la vida, de esos futuros hombres y mujeres, sean forjados sobre la base de la honestidad y el respeto.

Los cortos audiovisuales que divulgan cómo practicar la educación formal se tornan aburridos por lo repetitivo; sin embargo, en la calle se ven conductas inapropiadas no sólo en los niños y adolescentes sino en los adultos que suelen ser los más críticos respecto al comportamiento de los más inmaduros.

Por citar las que vi este fin de semana, me referiré a un anciano que se paseaba por dentro de una Iglesia, una vez terminada la misa dominical, llevando una imagen de San Lázaro en un pozuelo lleno de monedas, el cual era alzado de manera desmedida como en actitud provocadora, unos niños lo miraban como si estuviera loco y, cuando otro adulto lo requirió, se volvió desafiante en improperios.

O la niña que esperaba su turno para comprar unas golosinas con otras dos amigas, ella tenía una mano en la cintura y taconeaba una de sus sandalias, gesticulaba demasiado y casi gritaba lo que decía, como para que la oyeran bien lejos, es posible que su conducta fuera similar a la de familiares, vecinas o educadoras, con las que ha estado en contacto de manera sistemática.

También vi el mal rato que la respuesta vigorosa de un infante provocó en su airada madre, que lo pellizcó en la parada del ómnibus y lo avergonzó con su inadecuada vocinglería Ella parece pertenecer a ese grupo de adultos, que hacen a sus hijos cómplices de asuntos que no son propios de su edad, y cuando los pequeños, en su inocencia, cometen imprudencias, la respuesta rápida es la agresión o el castigo.

Lorena se sienta cada día con su hija estudiante de primaria, para chequear qué contenido aprendió en la escuela. La niña no comprende que su mamá le encuentre tantas faltas de ortografía en sus notas, “yo copio lo que la maestra escribe en la pizarra”, y lo dice con sano orgullo, mientras no la obliguen a buscar cada vocablo en el diccionario.

Esa puede ser también la maestra que grita frases inapropiadas a sus alumnos, o la que atiende bien solamente, a los niños cuyos padres la consienten con regalos de todo tipo. Ejemplos nefastos que echan por tierra todo ejemplo aleccionador por parte de quienes tienen la custodia de los muchachos.

Los cortos de la televisión cumplen su objetivo de ser educativos, pero sería una buena idea además que todos estos aspectos estuvieran recopilados en libros de texto y constituyeran una asignatura a examinar. Quizás a fuerza de repetir, leer y debatir, puedan las futuras generaciones salir del lodo de la vulgaridad, en que tantos cubanos han caído, a pesar de poseer altos niveles de instrucción.

Como dijera el ilustre educador cubano, Don José de La Luz y Caballero, “La educación nace en la cuna y muere en la tumba”, frase a tener en cuenta en estos tiempos, donde los valores humanos parecen estar en extinción.