martes, 1 de diciembre de 2009

A quien imitar.


Los niños suelen imitar a los adultos, por ello es indispensable que los mayores sean modelo positivo a seguir, para que los cimientos de la vida, de esos futuros hombres y mujeres, sean forjados sobre la base de la honestidad y el respeto.

Los cortos audiovisuales que divulgan cómo practicar la educación formal se tornan aburridos por lo repetitivo; sin embargo, en la calle se ven conductas inapropiadas no sólo en los niños y adolescentes sino en los adultos que suelen ser los más críticos respecto al comportamiento de los más inmaduros.

Por citar las que vi este fin de semana, me referiré a un anciano que se paseaba por dentro de una Iglesia, una vez terminada la misa dominical, llevando una imagen de San Lázaro en un pozuelo lleno de monedas, el cual era alzado de manera desmedida como en actitud provocadora, unos niños lo miraban como si estuviera loco y, cuando otro adulto lo requirió, se volvió desafiante en improperios.

O la niña que esperaba su turno para comprar unas golosinas con otras dos amigas, ella tenía una mano en la cintura y taconeaba una de sus sandalias, gesticulaba demasiado y casi gritaba lo que decía, como para que la oyeran bien lejos, es posible que su conducta fuera similar a la de familiares, vecinas o educadoras, con las que ha estado en contacto de manera sistemática.

También vi el mal rato que la respuesta vigorosa de un infante provocó en su airada madre, que lo pellizcó en la parada del ómnibus y lo avergonzó con su inadecuada vocinglería Ella parece pertenecer a ese grupo de adultos, que hacen a sus hijos cómplices de asuntos que no son propios de su edad, y cuando los pequeños, en su inocencia, cometen imprudencias, la respuesta rápida es la agresión o el castigo.

Lorena se sienta cada día con su hija estudiante de primaria, para chequear qué contenido aprendió en la escuela. La niña no comprende que su mamá le encuentre tantas faltas de ortografía en sus notas, “yo copio lo que la maestra escribe en la pizarra”, y lo dice con sano orgullo, mientras no la obliguen a buscar cada vocablo en el diccionario.

Esa puede ser también la maestra que grita frases inapropiadas a sus alumnos, o la que atiende bien solamente, a los niños cuyos padres la consienten con regalos de todo tipo. Ejemplos nefastos que echan por tierra todo ejemplo aleccionador por parte de quienes tienen la custodia de los muchachos.

Los cortos de la televisión cumplen su objetivo de ser educativos, pero sería una buena idea además que todos estos aspectos estuvieran recopilados en libros de texto y constituyeran una asignatura a examinar. Quizás a fuerza de repetir, leer y debatir, puedan las futuras generaciones salir del lodo de la vulgaridad, en que tantos cubanos han caído, a pesar de poseer altos niveles de instrucción.

Como dijera el ilustre educador cubano, Don José de La Luz y Caballero, “La educación nace en la cuna y muere en la tumba”, frase a tener en cuenta en estos tiempos, donde los valores humanos parecen estar en extinción.

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