viernes, 13 de agosto de 2010

Divulgación & Recreación

El cubano disfruta sobremanera el paseo a la playa. Desde hace más de una década, éste se ha convertido en un zafarrancho de combate, si no se cuenta con transporte propio, o con dinero suficiente para alquilar un vehículo.

La zona del Este de la capital posee una amplia franja costera dividida por varios nombres, aunque es toda una misma área. Desde que el gobierno decidió ubicar hoteles de turismo en esa zona, antes de que se despenalizara el dólar, la transportación urbana fue desviada.

Habría que esperar a que a algún dirigente se le ocurriera recuperar las rutas de ómnibus urbanos que en manera de refuerzo llegaban hasta el tramo conocido por Santa María, el cual nunca ha dejado de tener, gran aceptación, por parte de los amantes de la playa.

El oeste capitalino no es tan grato en cuanto a sus playas, pero se encuentra más cercano al centro de la ciudad. En él se ubicaron clubes en la etapa republicana, los cuales a partir de los primeros años de la década del 60 se convirtieron en los Círculos Sociales Obreros, destruidos y vueltos a remozar, algunos con severo control para la entrada de los veraneantes, que deben tener carné que los identifique como miembros del ministerio y sindicatos que atienden estas entidades.

Mucho mejor sería que todas las personas pudieran pagar una suma de dinero que incluyera la entrada, y derechos a usar las taquillas y centros gastronómicos ubicados en estos antiguos clubes. Así quienes no pertenecen a un sindicato dado, pueden pasarla bien, ajustándose a una medida práctica, como ocurre en los hoteles que cobran la entrada a sus piscinas. En ese caso, los que tienen la moneda convertible prefieren esta modalidad, para así permanecer en la ciudad, y ser bien atendidos.


No obstante los trabajadores de estos centros recreativos han optado por de brindar un servicio aceptable tanto a los asociados, como a quienes llegan interesados en pasarla bien, ya que muchas personas perdieron la costumbre de asistir a estos centros por el estado deplorable en que se encontraban, o por haber estado cerrados por mucho tiempo.


Por eso sus trabajadores se quejan de que no hay estabilidad en el debido aseguramiento de alimentos, por parte de la Empresa de Suministro de Alimentos del Poder Popular, dándose el caso de que no puedan garantizar comidas y bebidas durante sus horarios de apertura o que, para lograrlo tengan que utilizar vías que no suelen ser consideradas como legales, cuestión absurda para centros que su razón de ser es brindar servicios a la población.

Otra situación inaceptable es la relacionada con los sueldos que devengan estos trabajadores que apenas sobrepasa los 300 pesos en la moneda nacional – unos 15 en la moneda convertible CUC, equiparada al dólar estadounidense, lo cual da lugar a que los trabajadores lleven productos comparados por ellos mismos, para tener mejores dividendos.

La Central de Trabajadores de Cuba, CTC exige a los trabajadores mucho más de lo que da a estos en salarios y estimulaciones. Las inspecciones , auditorias y otras medidas son de un carácter represivo más que controlador, controles e inspecciones que nunca llegan a las altas esferas ministeriales donde, de llegar no tiene la misma repercusión arrasadora.

Evaluación o cuestionamiento.

Entre los días 29 y 30 de octubre del presente año tendrá lugar el X Congreso del Sindicato de los Trabajadores de la Salud, en el cual se tratarán temas tan candentes como el relacionado con la calidad de los servicios, la elevación de la disciplina laboral, o la racionalidad en el uso de los recursos materiales y humanos, entre otros.

Si bien La Salud Pública ha sido uno de los estandartes del gobierno cubano, junto a La Educación, en los últimos años ha sido deplorable el desempeño de buena parte de sus trabajadores como constatan pacientes y familiares de enfermos a través de quejas o de comentarios adversos a este sector denominado “La Potencia Médica”.

No es menos cierto que aún quedan muchos trabajadores de la salud que se esfuerzan por dar lo mejor de sí, pero su comportamiento contrasta con el de los que no cumplen con lo estipulado y ponen en evidencia una falta de ética atroz, a través de los habituales sobornos que pueden incluir hasta el pago de sus funciones.

Un residente del centro de la capital recuerda lo que tuvo que dar en la sala de un hospital cuando un pariente cercano estuvo ingresado por varias semanas. “Lo pude dar porque alquilo a extranjeros, pero el monto fue por las nubes, me daba pena ver a los familiares de los enfermos que no tenían mis posibilidades” –resume.

Otros, como el que llegó herido a un cuerpo de guardia, y tuvo que marcharse para su casa en la periferia, y aguantar la hemorragia hasta que le dieron los puntos requeridos en un policlínico de su barrio. Su relato publicado en una sección de quejas de un diario habanero, trajo como consecuencia que se sancionara a los inculpados.

Familiares de ancianos que deben permanecer en sus casas por estar inválidos se quejan de la poca atención del Médico de la Familia que se supone sea el médico de cabecera, ese que está al tanto de la salud de los pacientes, que viven en el área donde se encuentra su consultorio. Mucho menos se cumplen similares expectativas con los trabajadores sociales que deben cumplimentar visitas y entregar donaciones concebidas para estos casos.

La situación de estos trabajadores es tan desesperante como la del resto de la fuerza laboral cubana. Ellos mucho más, por realizar una labor tan especial, en la que la vida y el bienestar del pueblo pueden estar en juego.

Las sanciones no son la solución al mal trabajo. Quizás el “Talón de Aquiles” esté en el nivel de exigencia, muy superior a las condiciones laborales que brinda el Ministerio de Salud Pública. Sus trabajadores perciben salarios y estimulaciones que no son suficientes, trabajan sin un mínimo de condiciones, y su única vía de mejorar es trasladándose a otros sectores como el de turismo, o partiendo a una misión en el exterior, aunque tengan que sufrir todo tipo de inclemencias.

Es la única posibilidad de reunir dinero en ambas monedas para poder resolver todo lo que necesitan en la casa y para cada miembro de la familia. Ya son muy pocos los que prefieren quedarse en la Isla; la misión se convierte en la máxima aspiración para los que debieran ser estimulados de manera más seria, con vistas a obtener logros sólidos y duraderos.

Muchas dudas quedan por aclarar en este sector, cuando la población mira con recelo tan importantes servicios. Aún muchos recuerdan los ancianos que murieron de frío en el hospital psiquiátrico, antiguo Mazorra, por no tener ni un cobertor para protegerse. En los días de esta tragedia se dio a conocer el hecho, sin embargo, nunca se dijeron las medidas tomadas.

Los dirigentes sindicales y ministeriales de este sector tienen un gran reto a enfrentar en muy poco tiempo. Sus debates deben estar encaminados a perfeccionar la disciplina laboral de sus trabajadores, como forma de aumentar, con integralidad, la calidad de sus servicios a la población.

Lecturas mojadas.

La Noche de los Libros es una actividad que comienza a primeras horas de la tarde, siempre en los primeros días de julio, como homenaje al nacimiento del Poeta Nacional, Nicolás Guillén, y se desarrolla desde la céntrica esquina de 23 y 12 hasta La Rampa, que es el tramo de 23 más cercano al Malecón Habanero.


Este año estuvo deslucida porque las condiciones meteorológicas provocaron fuertes lluvias desde el mediodía del viernes 2 de julio hasta la noche. No obstante a este percance, algunas áreas con ventas de libros pudieron alcanzar su objetivo, porque estaban bajo techo.


En este caso estaban los stands de “La Pelota”, “Fresa y Chocolate”, y La librería del Parque del Quijote, entre otros; mientras que actividades al aire libre eran suspendidas o cambiadas de horario, como sucedió en diferentes parques de esta zona del Vedado.


Se veía público mirando los libros, comprando o tratando de entrar en el Pabellón Cuba donde además, se venden ropas, calzados, y artículos para el hogar del Fondo de Bienes Culturales (FBC), durante todo el período vacacional de verano, en la expoventa conocida como “Arte en La Rampa”, (AR) que inserta además otras actividades de tipo culturales que gustan mucho a los visitantes.


Como cada verano, estas ofertas no están al alcance de todos los que quisieran adquirir libros, ropas o accesorios que quizás ansíen o necesiten. Nada más que ver los precios de los libros, los que en su mayoría sobrepasan los diez pesos, y darse cuenta que esa situación los convierte de hecho, en piezas museables, por lo que hojear, mirar con disimulo el precio y cerrar, y dejar el libro, se convierte en un hábito.


En AR, asisten madres con sus hijos para comprar útiles escolares, mochilas, y ropas o zapatos sobre todo en los casos de quienes están de cumpleaños, o los que obtuvieron buenas calificaciones en los exámenes finales.


Un niño y una niña departen con su abuela quien puntualiza cómo gastar el dinero asignado a cada uno. Ellos la escuchan con respeto, guardan silencio, cogidos de la mano y se sienten esperanzados en llegar a casa con sus compras de verano.




Por otro punto del Pabellón se ve a una madre joven que escoge lo que ella cree necesario para su hija y rechaza toda sugerencia de su pequeña que se siente avergonzada y está a punto de llorar; mientras que unas adolescentes cuentan el dinero, a ver si les alcanza para comprar unas bisuterías, y ríen cómplices.


Un gran esfuerzo tienen que hacer padres y madres para poder complacer a sus hijos que más que exigir desean poderse dar un gusto, al menos una vez en el año, y a pesar de la poca madurez, estos niños y jóvenes reconocen las dificultades y las barreras que ha puesto el gobierno con su doble moneda.


Casi todos han oído a sus progenitores que no saben cómo llevarán a término estas vacaciones de casi tres meses en la casa. Comidas y meriendas se unirán al alto consumo de electricidad, y a los paseos, los más baratos, que se encarecen por la crisis que absorbe al ciudadano medio cubano.

Promociones dependientes.

La ventanilla del bar cafetería San Juan en la Calle Infanta, municipio capitalino de Centro Habana, muestra una decena de ofertas de rones y cigarrillos, todos en moneda nacional.


No se venden caramelos, jugos ni galletas. Tal parece que lo único sano que existe es el cigarro y el ron. Otros puntos de venta cercanos venden similares mercancías, son tan caras como los vegetales y las frutas, pero hacen dependencia en el ser humano que prefiere abstenerse de comer, que dejar de fumar o beber alcohol.


En días pasados se celebró en Cuba el evento internacional Estomatología 2010, que sesionó durante cinco días en el Palacio de las Convenciones. Especialistas del ramo destacaron la importancia de prevenir el cáncer bucal, el cual puede desarrollarse, entre otros aspectos, por hábitos como el de fumar y el alcoholismo.


Quedó aclarado que después de un examen en el que se detecten manchas rojas o blancas, así como ulceraciones se debe acudir de inmediato al estomatólogo. Lo que no se aclara es lo angustioso que resulta ser atendido en una clínica estomatológica, aún si el caso es de urgencia, debido al burocratismo, al mal trato y al oportunismo de quienes se han acostumbrado a recibir dádivas por sus servicios.


Tal parece que como el cigarro y el ron aparecen por doquier, acompañan hasta a los adolescentes que se agrupan cada sábado en la tarde por los alrededores de las principales discotecas ubicadas en la céntrica zona de La Rampa-Calle 23 desde L hasta Malecón.


A pesar de que está prohibido vender estos productos a los jóvenes menores de edad, ellos se las arreglan para obtenerlos, deseosos de mostrarse exhalando humo a la vez que hablan de sus temas preferidos. Una vez que están dentro de estos locales beben ron o cerveza si lo único importante es que tengan el dinero para pagarlas.


En la noche, las chicas vestidas con ropa de marca aparecen por la avenida 23 con largos cigarrillos que recuerdan a las boquillas de antaño, acompañadas por hombres vestidos al último grito de la moda, que van con canecas (pequeñas botellas) de ron o latas de cerveza en una de sus manos.


Nadie hace un brindis con un té, un jugo o una limonada. Los limones con jugo cuestan más de dos pesos y no aparecen en cualquier agromercado, las frutas están a partir de tres pesos la libra, las más baratas; por lo que los más desesperados prefieren no perder el tiempo con elaboraciones, si es más fácil comprar lo que está listo para ser degustado.


La calidad de lo que se fuma o bebe es cambiante. Si están los antes descritos, hay otros que recogen cigarros del suelo y beben ron de la peor calidad, se ven en grupos, diseminados por los parques y las escasas paradas de ómnibus techadas, como en el tramo de Infanta que va desde 27 hasta San Lázaro.


Por allí se les ve en grupos alrededor de una botella, y pasándose un cigarrillo. Son hombres sin casa que lucen sucios, mal vestidos y de lejos, en la oscuridad, parecen bultos indescriptibles.


Unos evaden sus penas a golpe de cigarrillos y buches de ron, otros se embriagan con sus más reconocidas marcas, mientras que poco se hace por mejorar las costumbres del cubano medio, es como si se sintiera satisfacción en promover malos hábitos, causantes de efectos tan negativos en la sociedad como son la muerte y diversas enfermedades.