martes, 15 de diciembre de 2009

Pequeños sin ilusión


En Cuba los niños y niñas desconocen en su mayoría el porqué de La Navidad, el fin de año está sujeto a la fiesta nacional que celebra el nuevo aniversario de la Revolución, la cual no puede hacerse cargo de sus juguetes, por lo que no hay ilusión de Reyes Magos, ni de Papá Noel.

Esta falta de detalle para con los más pequeños ha agudizado la diferencia de clases entre las familias. Cuando se impone un juguete, un juego, o una marca en el vestir, son marginados quienes no pueden acceder a la competencia.

Ya desde que tienen unos 7 u 8 años van perdiendo el gusto por lo juguetes, prefiriendo otros tipos de diversiones. Quizás la culpa la tengan las tiendas. Las jugueterías están desurtidas, los juguetes no están variados para los diferentes grupos de edades. Las niñas corren mejor suerte que los varones, para los que apenas hay qué escoger.

Los chicos se dan cuenta de esta evidente marginación, y han proclamado su gusto por las barajas o cartas, en especial las que se venden a $5.00 CUC en el Barrio Chino. Cada estuche tiene un color que lo identifica, y los naipes aluden a personajes de dibujos animados asiáticos.

Lídice tiene dos hijos. El mayor es un adolescente que estudia en la secundaria básica y el menor está en el quinto grado de la primaria. Ella dice sentirse muy estresada con todo lo relacionado con los gustos de sus dos hijos varones y explica que “el mayor va con sus amigos a la discoteca, necesita $5.00 para entrar, el más chiquito quiere sus postales que cuestan también lo mismo, eso sin contar la ropa, los zapatos y cuánta cosa inventan para estar a la altura de los demás”.

Danay dice que “lo que gano no me alcanza para barajas ni juguetes, mi hijo sale para la calle con otros amigos y pasean –ella vive en la Habana Vieja, cerca de la zona patrimonial- si piden dinero, o los turistas le regalan algo, yo no puedo estar ahí (para evitarlo), porque tengo que trabajar y mucho, su padre no me ayuda en nada”.

Esos niños y niñas que no tienen derecho a recrear las fantasías propias de su edad, saltan a la vista de cualquier observador. La forma humilde en que se visten, su comportamiento rebelde e indisciplinado. Su deambular solos, en parejas o grupos, para envalentonarse en sus majaderías, los convierte en futuros delincuentes que irán consiguiendo lo que quieran a la fuerza, asaltando, robando o prostituyéndose.

Los pequeños cubanos viven sin ilusión, ni tan siquiera los que tienen la posibilidad de que los complazcan. Cuando sus padres deciden regalarles un juguete, casi siempre los llevan a la juguetería, donde seleccionan el que más le gusta y puedan comprarle.

Para ellos es risible que los Reyes Magos o Papá Noel puedan venir desde tan lejos a congratularlos.

Muchos que reciben juguetes gratis en sus escuelas, no pueden quedarse con ellos, porque sus padres los venden para conseguir dinero para la casa, o comprarles algo que necesiten.

La vida de estos chicos y chicas se desenvuelve nada más en el ambiente de política que respiran en todas partes y que los prepara de manera gradual, para que se especialicen en el ejercicio de la doble moral y la intolerancia, rasgos muy distintos a la inocencia, cualidad que por excelencia, distingue al mundo de fantasías infantil.


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