viernes, 5 de marzo de 2010

El frío & los sin casa


Las temperaturas continúan su descenso y oscilaran entre los 9 y los 6 grados en horas de la madrugada de este fin de semana. A pesar de que en la capital siempre son algo más altas, sus habitantes sienten frío hasta en horas del mediodía y la tarde en que el sol es bastante fuerte.

Entonces una se pone a pensar en cómo duermen todos esos hombres y mujeres que no tienen casa, los “homeless” capitalinos que desandan las calles mal vestidos, pidiendo algo de dinero para mitigar el hambre con un buche de café mal hecho o un pan que junto con el alimento están fríos y viejos.

Uno de ellos es un negro alto que usa ropas que le quedan pequeñas, anda descalzo y se cubre la espalda con una manta de saco de yute. Es tranquilo, parece mudo, y las gentes se le acercan y le regalan dinero o comestibles.

El anda por la zona de La Rampa y de hecho se ha convertido en una atracción turística. También lo es la viejita del perrito como la llaman algunos. Esa no es, ni será nunca la Dama del Perrito de Chejov, ni por su porte, ni por su distinción.

La amable anciana se sienta cada mañana en un muro del parqueo de 21 entre L y M en el Vedado junto a su perro y una serie de paquetes que coloca junto a una foto de San Lázaro donde los transeúntes les depositan monedas casi siempre de las de menos valor.

Ella siempre repite la frase de que “este año será bueno”, y se atreve a tirar las cartas y predecir el futuro pero a muy pocas personas que puede ser un turista en el mejor de los casos. La viejita enseña su brazo delgado y pide ayuda por una lesión que dice tener en el mismo.

A veces se le ve en otro muro que ella usa a modo de banco en calle 25 entre Infanta y O, a unos metros de una cafetería particular. Allí trabajadores de centros laborales cercanos, y estudiantes entre otros le dejan caer parte del vuelto que reciben al comprar alimentos o refrescos.

Con voz desfigurada por los años da las gracias sin importarle que le hayan echado una cantidad ínfima de dinero en el platico. Allí ella camina hasta el café y pide cualquier alimento que comparte con su mascota.

Muy amable rehúsa hablar de su vida, por lo que quedan sin respuesta preguntas tales como “¿Dónde duerme…?” , “¿tiene casa? “A las que ella responde con la frase “no oigo bien” y con la misma cambia de tema pidiendo por la salud de quienes la ayudan con lo poco que le dejan.
Dónde dormirán esta ancianita y su perrito, podrán soportar las bajas temperaturas de las madrugadas y las mañanas capitalinas, a lo mejor para el año que viene aparece un cambio favorecedor para esta ancianita, que junto a tantos otros, diseminados por toda la capital, constituyen todo un ejército de vagabundos que viven de la caridad del pueblo, y no significan nada para las autoridades

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