Es este un año muy especial para celebrar el aniversario 130 del natalicio de Fernando Ortiz, por ser el Año Internacional de los Afrodescendientes. El dejó un legado de lujo consagrado entre otros tópicos, al de la raza, defendiendo y abogando por la dignidad de la raza negra y su papel preponderante en la identidad cubana.
Don Fernando Ortiz Hernández nació en La Habana el 16 de julio de 1881, en el seno de una familia de tronco español; su padre era español y su madre cubana. Debido a razones económicas, su madre partió con él, quien sólo contaba con 14 meses hacia Menorca, donde vivían familiares cercanos.
En Ciudadela, Menorca donde fungía como alcalde un tío de su madre, creció y aprendió a hablar en español y el dialecto menorquín, el cual dicen quienes lo conocieron, no lo abandonó en su entonación “más bien enfática y un tanto explosiva”. También se nutrió de sus primeras impresiones sobre la vida, la sociedad, las razas y el atraso cultural imperante en esa región hispánica.
La marcada cubanía de este célebre hombre blanco, con fuerte descendencia española se debe como dijo en varias ocasiones, al amor que su madre Doña Josefa Hernández de Garay sentía por Cuba, y como bajo ninguna circunstancia perdió nexos con la patria, amor que influyó de manera positiva en la niñez, de quien chocó desde temprano con los estrictos cánones coloniales.
Rememoraba el sabio cubano que cuando asistía a la escuela pública en Mahón, capital de la Isla, conoció a otro estudiante de nombre Marshall y de la raza negra. Este niño era carismático, inteligente y vivaz destacándose por sus conocimientos de la lengua francesa. Fueron buenos camaradas y ni Fernando ni otros alumnos de la escuela lo trataron de manera discriminatoria, a pesar de que cariñosamente le llamaban Cap de Moru (cabeza de moro).
A los 14 años fue expulsado de la escuela por protestar ante el castigo al que había sido sometido un seminarista por cuestiones imprecisas y que marcaron en él, sus dudas sobre la estricta doctrina religiosa de aquellos tiempos.
En 1894 regresa a Cuba, el joven Ortiz para culminar sus estudios de Leyes en 1899, fue a Madrid en 1901 e, influenciado por las clases del Prof. D. Manuel Sales y Ferré (pionero de la Sociología en España), diserta en el Instituto Sociológico, fundado por este Maestro sobre temas socio-folklóricos, estudios que reunió en el año 1908 bajo el título Para la Agonografía Española.
En 1902 su padre, hombre de negocios, le exige que trabaje y consigue un cargo consular en Génova, Italia. Allí no solo enriquece sus conocimientos sobre las Ciencias Penales sino que se nutre del pensamiento de hombres como Cesare Lombroso, considerado por Ortiz como uno de “los genios revolucionarios en todos los campos de la actividad humana”
En 1906 Ortiz publicó Los Negros Brujos, libro que constituye un detallado estudio de etnología criminal, planteando la “cuestión negra” en términos científicos. Desde entonces, Ortiz considera que las prácticas de brujería de los africanos en Cuba son una expresión de parejo significado con la brujería, la magia y las supersticiones de los blancos provenientes de España, Francia e Inglaterra.
Llega Don Fernando a la Cámara de Representantes en 1917, alejándose de la misma a principios de la década del 20, como diría un diario de la época “adolorido por nuestra triste realidad”. Aparecen en este periodo sus primeras obras lexicográficas y arqueológicas como Historia de la Arqueología Indocubana, 1923; Catauro de Afronegrismo, 1923; y Glosario de Cubanismos, 1924, todas vinculadas a lo étnico cubano, tema que es eje central de buena parte de su vasta obra.
Además, en estos años realizó la Colección de Libros Cubanos y fundó los Archivos del Folklore Cubano, publicando así mismo los prólogos al libro de Sangre de Ponce de León, a la Historia de Guiteras , a los alegatos de Saco contra la anexión (1926-1928), a Humboldt y al libro de O ´Kelly.
Su obra de difusión cultural se amplia a través de la publicación Ultra, aunque sus trabajos aparecen en diversas revistas como Bimestre Cubana, sin olvidar que también fundó las revistas Archivos del Folklore Cubano y Estudios Afrocubanos, así como en diarios cubanos y foráneos. En 1940 publica su obra el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, destacado análisis de las condiciones sociales existentes, El engaño de las razas en 1946 y Huracán en 1947.
Se sintió atraído por la vida y obra del Héroe Nacional Don José Martí Pérez y, a partir de 1939 publicó una serie de trabajos como Martí y las Razas, La Fama póstuma de José Martí y el discurso en la Conmemoración del Centenario (1953).
A finales de la década del 50 su salud se resquebrajó con la pérdida de la visión de un ojo y el mal de la coronaria que lo obligaban a distanciarse de su labor investigativa. No obstante, en el 1962 hizo una revisión de su Glosario de Afronegrismos. Ya para 1967 se encontraba muy débil y enfermo hasta que el 10 de abril de 1969 fallece el ilustre investigador de la realidad cubana y de nuestro continente que abarcó disímiles ramas del saber como la antropología, la sociología, la etnología, la lingüística, la historia, el folklore, el derecho, y la política, entre otras.
Merece su vida y obra una mayor divulgación en la tierra que lo vio nacer, donde se habla de igualdades de todo tipo y de que se erradicó el racismo en el año 1959, mientras subsiste el mismo de manera solapada en cualquier institución estatal y hasta en los medios de comunicación, muy en especial la televisión que llega a millones de cubanos con los más obsoletos códigos de racismo: el negro y el mulato como objetos de placer, o protagonizando a los vulgares de la telenovela de turno, sin dejar mencionar la marginación de los mismos cuando tienen talento y se escuchan sus voces en off, o aparecen sus rostros con menor frecuencia que los de los locutores, periodistas y actores blancos.
Una niña negra paseaba con su madre por La Rampa capitalina con un arreglo en el cabello artificial de color miel, y vestida como una Beyoncé en miniatura. Esta pequeña, como otras muchas más, crece con el orgullo de alguna vez, seguir los pasos de Michael Jackson, y renegar la belleza propia de su raza.
Otros, cuando tienen un poco más de edad sufren las prohibiciones hogareñas que no permiten que sean novios o se casen cuando tienen distintas razas. La política gubernamental encaminada a imponer los falsos valores de una sociedad que se hunde en su propio lodo, ha promovido durante décadas el racismo que nunca fue abolido.
Muchos intelectuales cubanos y del mundo tuvieron frases de elogio para Fernando Ortiz. Selecciono una concisa pero sustanciosa. “Tan ancha y honda fue la tarea de Don Fernando que puede cargar, sin pandearse, el título altísimo de tercer descubridor de Cuba, en comprometida secuencia con el genovés temerario y Humboldt, el sabio”-dijo Juan Marinello Vidaurreta en 1969.
Bibliografía.
Orbita de Fernando Ortiz, colección órbita de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (UNEAC).La Habana. Primera edición, julio de 1973. Selección y prólogo de Julio Le Riverend.
Don Fernando Ortiz Hernández nació en La Habana el 16 de julio de 1881, en el seno de una familia de tronco español; su padre era español y su madre cubana. Debido a razones económicas, su madre partió con él, quien sólo contaba con 14 meses hacia Menorca, donde vivían familiares cercanos.
En Ciudadela, Menorca donde fungía como alcalde un tío de su madre, creció y aprendió a hablar en español y el dialecto menorquín, el cual dicen quienes lo conocieron, no lo abandonó en su entonación “más bien enfática y un tanto explosiva”. También se nutrió de sus primeras impresiones sobre la vida, la sociedad, las razas y el atraso cultural imperante en esa región hispánica.
La marcada cubanía de este célebre hombre blanco, con fuerte descendencia española se debe como dijo en varias ocasiones, al amor que su madre Doña Josefa Hernández de Garay sentía por Cuba, y como bajo ninguna circunstancia perdió nexos con la patria, amor que influyó de manera positiva en la niñez, de quien chocó desde temprano con los estrictos cánones coloniales.
Rememoraba el sabio cubano que cuando asistía a la escuela pública en Mahón, capital de la Isla, conoció a otro estudiante de nombre Marshall y de la raza negra. Este niño era carismático, inteligente y vivaz destacándose por sus conocimientos de la lengua francesa. Fueron buenos camaradas y ni Fernando ni otros alumnos de la escuela lo trataron de manera discriminatoria, a pesar de que cariñosamente le llamaban Cap de Moru (cabeza de moro).
A los 14 años fue expulsado de la escuela por protestar ante el castigo al que había sido sometido un seminarista por cuestiones imprecisas y que marcaron en él, sus dudas sobre la estricta doctrina religiosa de aquellos tiempos.
En 1894 regresa a Cuba, el joven Ortiz para culminar sus estudios de Leyes en 1899, fue a Madrid en 1901 e, influenciado por las clases del Prof. D. Manuel Sales y Ferré (pionero de la Sociología en España), diserta en el Instituto Sociológico, fundado por este Maestro sobre temas socio-folklóricos, estudios que reunió en el año 1908 bajo el título Para la Agonografía Española.
En 1902 su padre, hombre de negocios, le exige que trabaje y consigue un cargo consular en Génova, Italia. Allí no solo enriquece sus conocimientos sobre las Ciencias Penales sino que se nutre del pensamiento de hombres como Cesare Lombroso, considerado por Ortiz como uno de “los genios revolucionarios en todos los campos de la actividad humana”
En 1906 Ortiz publicó Los Negros Brujos, libro que constituye un detallado estudio de etnología criminal, planteando la “cuestión negra” en términos científicos. Desde entonces, Ortiz considera que las prácticas de brujería de los africanos en Cuba son una expresión de parejo significado con la brujería, la magia y las supersticiones de los blancos provenientes de España, Francia e Inglaterra.
Llega Don Fernando a la Cámara de Representantes en 1917, alejándose de la misma a principios de la década del 20, como diría un diario de la época “adolorido por nuestra triste realidad”. Aparecen en este periodo sus primeras obras lexicográficas y arqueológicas como Historia de la Arqueología Indocubana, 1923; Catauro de Afronegrismo, 1923; y Glosario de Cubanismos, 1924, todas vinculadas a lo étnico cubano, tema que es eje central de buena parte de su vasta obra.
Además, en estos años realizó la Colección de Libros Cubanos y fundó los Archivos del Folklore Cubano, publicando así mismo los prólogos al libro de Sangre de Ponce de León, a la Historia de Guiteras , a los alegatos de Saco contra la anexión (1926-1928), a Humboldt y al libro de O ´Kelly.
Su obra de difusión cultural se amplia a través de la publicación Ultra, aunque sus trabajos aparecen en diversas revistas como Bimestre Cubana, sin olvidar que también fundó las revistas Archivos del Folklore Cubano y Estudios Afrocubanos, así como en diarios cubanos y foráneos. En 1940 publica su obra el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, destacado análisis de las condiciones sociales existentes, El engaño de las razas en 1946 y Huracán en 1947.
Se sintió atraído por la vida y obra del Héroe Nacional Don José Martí Pérez y, a partir de 1939 publicó una serie de trabajos como Martí y las Razas, La Fama póstuma de José Martí y el discurso en la Conmemoración del Centenario (1953).
A finales de la década del 50 su salud se resquebrajó con la pérdida de la visión de un ojo y el mal de la coronaria que lo obligaban a distanciarse de su labor investigativa. No obstante, en el 1962 hizo una revisión de su Glosario de Afronegrismos. Ya para 1967 se encontraba muy débil y enfermo hasta que el 10 de abril de 1969 fallece el ilustre investigador de la realidad cubana y de nuestro continente que abarcó disímiles ramas del saber como la antropología, la sociología, la etnología, la lingüística, la historia, el folklore, el derecho, y la política, entre otras.
Merece su vida y obra una mayor divulgación en la tierra que lo vio nacer, donde se habla de igualdades de todo tipo y de que se erradicó el racismo en el año 1959, mientras subsiste el mismo de manera solapada en cualquier institución estatal y hasta en los medios de comunicación, muy en especial la televisión que llega a millones de cubanos con los más obsoletos códigos de racismo: el negro y el mulato como objetos de placer, o protagonizando a los vulgares de la telenovela de turno, sin dejar mencionar la marginación de los mismos cuando tienen talento y se escuchan sus voces en off, o aparecen sus rostros con menor frecuencia que los de los locutores, periodistas y actores blancos.
Una niña negra paseaba con su madre por La Rampa capitalina con un arreglo en el cabello artificial de color miel, y vestida como una Beyoncé en miniatura. Esta pequeña, como otras muchas más, crece con el orgullo de alguna vez, seguir los pasos de Michael Jackson, y renegar la belleza propia de su raza.
Otros, cuando tienen un poco más de edad sufren las prohibiciones hogareñas que no permiten que sean novios o se casen cuando tienen distintas razas. La política gubernamental encaminada a imponer los falsos valores de una sociedad que se hunde en su propio lodo, ha promovido durante décadas el racismo que nunca fue abolido.
Muchos intelectuales cubanos y del mundo tuvieron frases de elogio para Fernando Ortiz. Selecciono una concisa pero sustanciosa. “Tan ancha y honda fue la tarea de Don Fernando que puede cargar, sin pandearse, el título altísimo de tercer descubridor de Cuba, en comprometida secuencia con el genovés temerario y Humboldt, el sabio”-dijo Juan Marinello Vidaurreta en 1969.
Bibliografía.
Orbita de Fernando Ortiz, colección órbita de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (UNEAC).La Habana. Primera edición, julio de 1973. Selección y prólogo de Julio Le Riverend.
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