Los trabajadores por cuenta propia que se desempeñan como vendedores ambulantes son asediados de manera continúa por los inspectores quienes les imponen multas que comienzan en el monto de 250 pesos y pueden ascender hasta los 750 pesos en la moneda nacional.
Los más maltratados son los granizaderos, maniseros, vendedores de helados y otras golosinas. Los inspectores les siguen los pasos sin que se den cuenta y llevan el tiempo que permanecen parados en una calle, portal o parque para abalanzarse y poner la multa con insultos y otros maltratos verbales.
Un vendedor de granizado que trabaja en una zona del Vedado, en el municipio capitalino de Plaza se queja de que no lo dejan permanecer en la esquina de 17 y K donde hay un agromercado y almacén muy visitados por la población. Constantemente este hombre vende solícito, vasos de sirope de distintos sabores con hielo frapeado, de gran demanda por las altas temperaturas reinantes.
“ Tengo que estar a la viva. Mirando para un lado y para el otro para no tener que empezar un careo con los inspectores.Imagínese como puedo despachar y cobrar sin estacionarme, es imposible pero de que te ponen la multa, te la ponen”-admite sonriente el vendedor que no cesa de vender la bebida refrescante.
Cuando los inspectores ponen las multas hasta insultan a los cuentapropistas. Las personas que ven el atropello tratan de defender a los afectados pero los inspectores refieren que ese es su trabajo y que ponen las multas que consideren. De más está decir que estos cuentapropistas ambulantes no pueden vender fuera de sus municipios de residencia.
Existen áreas donde termina y empieza un municipio, y por vender en una acera u otra ya se está incumpliendo con el esquematismo establecido. Los inspectores están muy al tanto de estas zonas y están a la caza de los infractores. “Es ridículo. El otro día me llamaban de una acera y tuve que dejar de vender porque ahí mismo se te aparece el inspector y pierdes todo el dinero recaudado en el día y hasta más”-admite una vendedora de tabletas de maní y leche del municipio Habana Vieja.
Lo peor es que estos cuentapropistas tienen que sufrir la prepotencia de los inspectores pero no tienen adonde acudir para quejarase. Entidades relacionadas con ellos no tienen personal que atienda las quejas y sugerencias de estos trabajadores . Ellos solo pueden quejarse a las secciones existentes en varios diarios nacionales, aunque hasta el momento, ningún directivo ha dado una explicación convincente.
Los más maltratados son los granizaderos, maniseros, vendedores de helados y otras golosinas. Los inspectores les siguen los pasos sin que se den cuenta y llevan el tiempo que permanecen parados en una calle, portal o parque para abalanzarse y poner la multa con insultos y otros maltratos verbales.
Un vendedor de granizado que trabaja en una zona del Vedado, en el municipio capitalino de Plaza se queja de que no lo dejan permanecer en la esquina de 17 y K donde hay un agromercado y almacén muy visitados por la población. Constantemente este hombre vende solícito, vasos de sirope de distintos sabores con hielo frapeado, de gran demanda por las altas temperaturas reinantes.
“ Tengo que estar a la viva. Mirando para un lado y para el otro para no tener que empezar un careo con los inspectores.Imagínese como puedo despachar y cobrar sin estacionarme, es imposible pero de que te ponen la multa, te la ponen”-admite sonriente el vendedor que no cesa de vender la bebida refrescante.
Cuando los inspectores ponen las multas hasta insultan a los cuentapropistas. Las personas que ven el atropello tratan de defender a los afectados pero los inspectores refieren que ese es su trabajo y que ponen las multas que consideren. De más está decir que estos cuentapropistas ambulantes no pueden vender fuera de sus municipios de residencia.
Existen áreas donde termina y empieza un municipio, y por vender en una acera u otra ya se está incumpliendo con el esquematismo establecido. Los inspectores están muy al tanto de estas zonas y están a la caza de los infractores. “Es ridículo. El otro día me llamaban de una acera y tuve que dejar de vender porque ahí mismo se te aparece el inspector y pierdes todo el dinero recaudado en el día y hasta más”-admite una vendedora de tabletas de maní y leche del municipio Habana Vieja.
Lo peor es que estos cuentapropistas tienen que sufrir la prepotencia de los inspectores pero no tienen adonde acudir para quejarase. Entidades relacionadas con ellos no tienen personal que atienda las quejas y sugerencias de estos trabajadores . Ellos solo pueden quejarse a las secciones existentes en varios diarios nacionales, aunque hasta el momento, ningún directivo ha dado una explicación convincente.
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