Si hace unos días utilicé un título muy parecido, en el cual ofrecí el criterio de destacados religiosos que se sienten ignorados o discriminados, no tengo otra opción que usar de nuevo el vocablo “marginado” para hablar de una parte de la población, y de seguro lo repetiré, cuando me refiera a un grupo de artistas en fecha muy próxima.
Ahora le toca el turno a los más desposeídos de los cubanos: los ancianos. Para ellos hay pocas ofertas en las tiendas o almacenes; a nadie le importa qué necesitan, es como si estuvieran de más en la vida cotidiana de ese nativo joven, fuerte, que quiere prosperar de todas formas, cueste lo que cueste, y para el que “los viejos” entorpecen.
Tal parece que la actual sociedad cubana, considerada perfecta por quienes opinan que sus defectos están avalados por el embargo y el bloqueo económico, le juega una mala pasada, con su auto bloqueo de prejuicios a quienes, sin fuerzas y llenos de achaques dieron los mejores años de sus vidas, para ahora sentirse abandonados y lo que es peor, marginados hasta por sus familiares.
“No digas mi centro de trabajo ni mi nombre. Yo trabajé allí más de 40 años, casi toda mi vida, el último día de trabajo me escondí y acaricié las plantas y besé las flores que me acompañaron por tanto tiempo. Nunca más me han llamado para saber de mí, es como si me hubiera ido del país o me hubiera muerto, los que importan son los jóvenes”-manifiesta una jubilada capitalina.
“Es desesperante te vas de tiendas y no hay ropa interior cómoda ni un zapato que te acomode el pie”-expresa una anciana en la Calle Galiano, ella va acompañada de su esposo, ambos están fatigados de caminar y se sientan en un muro del Parque cercano a la Calle Reina, decepcionados hacen la fila para tomar el ómnibus que recoge a los pasajeros allí.
“Las ropas baratas cuestan en pesos pero están viejas y algunas parecen hasta usadas. Nunca pensé que a esta edad estuviéramos así sin nada, sin nadie que nos ayude, te acercas a una dependiente y te mira con desprecio, ser viejo es lo peor que te puede pasar”-admite el esposo a la vez que caminan con cuidado, ya que se deshizo la cola y otras personas los empujan, para subir primero al autobús, la inspectora los apuró, en mala forma, para con ellos, dar la orden al chofer, de cerrar las puertas.
“Mis dos hijos viven fuera de aquí. Ellos me ayudan bastante. Yo trato de no malgastar, aunque todo está “por las nubes” y ya he ido a visitarlos, afuera hay que trabajar duro, pero da gusto. En las tiendas hay de todo, a todos los precios, nunca te vas con las manos vacías, te tratan bien, cuando llego, el cambio es tremendo, te maltratan, te estafan, ¡no es fácil!-opina una señora que fue a una de las tiendas más caras: las que venden alimentos para las mascotas, con precios de venta tan altos como los de las boutiques.
En Cuba las jubilaciones y pensiones comienzan en 200 pesos –unos 8 CUC-, las otras son un poco más altas pero nada relevantes. Una buena compra en el agromercado sobrepasa lo que cobra con su chequera mensual cualquier jubilado.
El sector de la tercera edad necesita su espacio. Quienes viajan al extranjero comentan que existen tiendas que tienen en cuenta sus gustos y necesidades; sin embargo, las redes de tiendas recaudadoras de divisas, las tiendas minoristas con precios en pesos, y los cuentapropistas con sus novedades, no logran complacer a los menos jóvenes.
Artesanos que hacen calzados a mano, no tienen en cuenta las deformidades propias de enfermedades ortopédicas que pudieran incluir el hacer un zapato cómodo a la medida. Las que venden ropas, en muy pocas ocasiones diseñan ropa holgada y cómoda.
No se puede entonces, virar la cara y aguantar la risa, ante una anciana o anciano que usen prendas de vestir juveniles, porque qué se van a poner, tienen que vestirse, salir a la calle, ir al médico, pasear, ellos también son parte de una sociedad que trata de ignorarlos, a pesar de su masividad. Casos y cosas de la sociedad perfecta.
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