martes, 5 de octubre de 2010

Sin saber qué hacer.


Los residentes en la capital desandan sus calles a pie o a través de cualquier medio de transportación, del que sobresalen los ómnibus, rellenos de pasajeros la mayor parte del día. Sus rostros joviales se apesadumbran con la incógnita de qué pasará con sus vidas a partir de las medidas controvertidas, dictadas por funcionarios y gobernantes que nunca han estado al tanto de su bienestar.

No todos los cubanos han visto con buenos ojos la apertura de los pequeños negocios privados, pues aún hay detalles con respecto a los mismos que no han sido aclarados debidamente, o sea que hay quienes desean optar por un empleo como cuentapropistas pero no saben qué hacer, ni a donde acudir, donde no les den una mala contesta, o los manden a un sin número de lugares que en un final, no aporten nada en cuanto a la aclaración de sus dudas.

Las opciones del cuentapropismo, que aparecieron en un listado, publicado en fecha reciente, incluyen 178 oficios o profesiones, los más disímiles, que ahora podrían realizarse de manera legal, aunque el pueblo se cuida de emitir criterios, y no a su favor, cuando recuerdan anteriores épocas de cierta apertura, con los trabajos privados, y la prohibición de los mismos, de manera abrupta y hasta represiva.

Parte de estas actividades se han venido realizando ilegalmente, como es el caso de personas que elaboran comidas, dulces y refrigerios, quienes dan clases particulares de diversas asignaturas, repasan las lecciones impartidas sobre todo en el nivel primario y secundario, o cosen o tejen, entre otras tantas.

Ahora con el permiso estatal, todos reconocen que aumentarán los controles por parte de inspectores, tan necesitados como ellos, los cuales ejercerán su poder y aceptarán todo tipo de sobornos. También los impuestos serán altos, ya se habla de cifras que oscilan entre un 10% y un 40%, y entonces los que quisieran estar legalizados opinan que no van a poder pagar tamañas cifras.

Hasta los empresarios privados temen que primero haya una apertura y después comiencen a tomarse medidas absurdas, o que la parte gubernamental no cumpla lo establecido, y ponga en peligro sus ganancias. Todas estas expectativas han sido generadas por décadas, de un centralismo asfixiante, que no está de acuerdo en que ningún trabajador obtenga un nivel de vida próspero.



Los cubanos que no se quieren buscar problemas con las autoridades, o no quieren perder, con el tiempo, el dinero que con sacrificio, pueda enviarle la familia residente en el exterior, han decidido ver como se van del país; unos a través de contratos laborales, por los que pueden volver al término de los mismos, otros acogiéndose a variantes que incluyen hasta residir de forma permanente en otro país, quieran o no.

Así se ven hasta a ancianos que van y vienen, pidiendo a Dios les permita ser la ayuda de la familia joven, que no tiene cómo salir de la Isla. “El viaje me resulta muy estresante, aunque la aeromoza me cuida, y después los trámites de aduana, y el viaje de más de dos horas para llegar a casa de mi hermana, no se los deseo a nadie”- dice Ramón ya octogenario y con familiares en España.

La otra cuestión que nadie se explica es que los cuentapropistas no tengan un lugar que los abastezca de los materiales necesarios. “No estoy para eso”-admite Arturo, quien trabajó como plomero hasta mayo, en el sector del turismo, “si tengo que comprar las piezas en la shopping, cuánto me tienen que pagar los clientes, no todo el mundo puede pagar cientos de pesos (CUC) por un trabajo”-resumió.

Una céntrica esquina del municipio Centro Habana donde pululaban los ancianos y discapacitados vendiendo periódicos, bolsas de nailon, cigarros a menudeo, paquetes de café , flores y cuanta mercancía cayera en sus manos, luce desierta, y quienes no te conocen, no te informan donde están escondidos. Solo se observa a un vendedor de dulces, que arrima su bicicleta con precaución, e invita a un posible comprador, a que se pare en la entrada de un edificio.

Habrá que preguntarles también, como les irá a las personas de extracción muy humilde, en su mayoría ancianos y ancianas que arrastran sus cuerpos por las calles principales del Casco Histórico de La Habana Vieja, dejándose retratar y cobrando sus fotos y servicios a los turistas, mientras se exhiben vestidos a la usanza de otros tiempos, adivinando el futuro con naipes, o vendiendo pinturas, artesanías o flores artificiales.

Lo que pasará, solo lo dirá el tiempo. Mientras en estos días, las personas hablan poco, ya comenzarán a hablar y hasta a gritar, cuando empiecen a ponerse en práctica las regulaciones estipuladas.




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